La arquitectura casi siempre es una solución a un problema complejo, una ecuación con muchas variables y que se puede resolver de más de una forma. Tiene que responder al programa, a las condiciones del emplazamiento, manifestarse formalmente y contar con soluciones técnicas que permitan construirla, pero también tener una intención o encerrar un concepto interesante, porque no deja de ser una manifestación artística. Desde que la solución parte de una idea hasta que se materializa intervienen muchas personas: la arquitectura es un trabajo de equipo, no sólo cuando se construye, sino también cuando se proyecta, y la variedad de puntos de vista tiene un importante potencial para no dejar escapar ningún aspecto del problema.
Fueron precisamente otros arquitectos, los de las computadoras, los flujos de información y el software los que cambiaron el concepto de trabajo en equipo con el movimiento open source, los que revolucionaron la concepción de un producto haciendo partícipe a todo el que tuviera algo que aportar. Estos hackers, en el mejor sentido de la palabra, demostraron no sólo que un entorno abierto produce mejores resultados sino que cambiaron el concepto de colaboración entendiendo que para contribuir hay que apasionarse con lo que se hace y compartir los resultados libremente.
Entusiasmo y debate. Aunque en la concepción y el desarrollo de un proyecto arquitectónico haya mucho de ambas cosas, la arquitectura de código abierto, si existe, es un concepto diferente al del software. Si bien el trabajo del arquitecto tiene un componente social y la arquitectura es algo de lo que la gente participa, el edificio no es un producto que normalmente se pueda probar y modificar mientras se usa, como ocurre con un software. La arquitectura se proyecta y se construye, no existe una versión beta, por lo que todas las situaciones han de preverse sobre el papel. La gran ventaja de los sistemas de código abierto es que el usuario es creador y adapta el producto mientras lo usa, pero los edificios no se copian y distribuyen libremente. Parece por tanto que la filosofía de código abierto tan sólo tiene sentido en una arquitectura que esté al servicio de la gente y que su puesta en práctica es más viable durante el desarrollo del proyecto, cuando este se está aún gestando, cuando se está escribiendo su código fuente.
En este sentido los procesos actuales tienen mucho que ver con los de creación de un software. Aunque se parta del dibujo a mano alzada o se utilicen maquetas físicas, el ordenador se ha convertido en una herramienta fundamental que ha condicionado el método de trabajo. La arquitectura se resuelve a través del dibujo y el dibujo se ha convertido en un código que múltiples personas van urdiendo a través del BIM. Mientras el proyecto cambia y se desarrolla, las ideas se comprueban con nuevas líneas, capas, referencias, modelos 3D. El resultado mejora en cada versión y los cambios se comparten y actualizan. El ordenador proporciona comunicación e inmediatez, la base de los sistemas de colaboración, pero además los software actuales cada vez facilitan más los procesos. Las herramientas paramétricas permiten vincular elementos, observar cómo se comportan los modelos según los cambios que se introducen, los sistemas de cálculo estudiar el comportamiento de la estructura, las instalaciones, etc. El método es más interactivo y consiste en la actualización e introducción de mejoras progresivas, lo que se asemeja mucho a la edición de una wiki, otra de las grandes revoluciones derivadas de la filosofía open source.
Ahora bien, si tanto los métodos como el campo de aplicación parecen indicar que sería posible proyectar arquitectura en un entorno abierto, ¿qué consecuencias tendría el uso de una wikiarquitectura? Pensemos en nuestras ciudades. Parece claro que las administraciones intentan buscar las mejores soluciones para las infraestructuras comunes y prueba de ello son los concursos de ideas que se convocan con frecuencia para edificios o espacios públicos. Si el objetivo es encontrar la propuesta que mejor se adapte a lo que los ciudadanos necesitan, ninguna fórmula sería tan efectiva como dar carta blanca a todos a contribuir en el diseño. Esta idea, que pudiera parecer una locura comparable con dejar a cada uno construir y modificar la ciudad a su antojo, quizás no sea tan utópica si se compara con la revolución que se produjo en mundo del software, donde dicho sea de paso, los intereses encontrados tampoco fueron obstáculo para demostrar resultados. Y es que el hecho de poder modificar el código del software que usamos no significa que sepamos ni queramos hacerlo, de la misma manera que por ejemplo no todos los usuarios de una biblioteca pública querrían tomar decisiones sobre su diseño. La wikiarquitectura necesitaría arquitectos de la misma forma que el software libre no prescinde de los ingenieros informáticos, sin embargo en este campo cambiar el concepto de autor tendría otras consecuencias.
Proyectar arquitectura es ponerse en la piel de quién va a usar el edificio y anticiparse a todas las situaciones, lo que no es fácil de conseguir. Una arquitectura pensada en un entorno abierto es posible y sin duda acercaría las expectativas de los usuarios al resultado desde un punto de vista funcional, sin embargo la arquitectura encierra otras intenciones comunes a cualquier otro proceso creativo que son las que definen el concepto y el carácter de una obra. Estos propósitos son subjetivos, parten de ideas o intuiciones defendidas de manera personal y son las que pueden convertir un proyecto en genial. La arquitectura no es sólo una mera herramienta, puede evolucionar hacia métodos más abiertos, pero no puede carecer de una intención artística. Hemos sido capaces de usar una wiki para compartir nuestros conocimientos en una enciclopedia mundial, pero difícilmente seremos capaces de escribir una obra maestra de la literatura entre todos.