El interior del museo contrasta con el colorido del exterior. Dentro la suave luz del lucernario baña los muros de hormigón blanco, creando un espacio solemne y tranquilo donde comenzar la visita del museo.
El lenguaje de la fachada se translada al interior de las paredes, formadas por grandes pliegues triangulados que dan la sensación de entrar en un edificio de origami.