La población rural comenzó a disminuir a partir de la década de los 50, y desde entonces las áreas urbanas se están volviendo cada vez más densas y compactas. A medida que se suceden las migraciones masivas a los centros urbanos, se incrementa la demanda de viviendas para una población en aumento.
En este proceso global, el tejido urbano se entrelaza en una red interconectada a otras áreas urbanas. Las ciudades se convierten en megaciudades a medida que se expanden y se unen unas con otras. La combinación de grupos etnoculturales en áreas metropolitanas es un motivo de inspiración para la creación de ciudades innovadoras. Existe una creencia generalizada a pensar que lo que diferencia una ciudad convencional de una gran ciudad es una identidad propia en aspectos económicos y culturales. De este modo cada ciudad tiene como objetivo diferenciarse de otros entornos urbanos, creado su propia marca. Pensemos en Nueva Delhi y sus edificios tradicionales de arenisca roja o los elevados rascacielos y las señales de neón de las calles de Tokio. Todos son elementos peculiares y diferenciadores en su personalidad y espíritu.
Sin embargo, más que el aspecto distintivo de los estilos arquitectónicos, las ciudades exigen también edificios emblemáticos que sirvan como iconos de carácter monumental. Estos edificios singulares se convierten en un perfil identificable de la urbe, formando entre ellos una sinfonía única.
Los legisladores que buscan satisfacer sus ambiciones y fantasías precisan también soluciones que den forma de estos iconos arquitectónicos, así como las grandes empresas que utilizan la arquitectura para mostrar su influencia.
Este controvertido uso de la arquitectura como símbolo del poder ha dado origen al surgimiento de starchitects, un calificativo del que incluso arquitectos como Frank Gehry reniegan públicamente. A pesar de este rechazo en otrogar un estatus de elite a la figura del arquitecto, lo cierto es que la intervención de Bilbao sigue siendo considerada como un modelo catalizador de la revitalización de una ciudad.
Este tipo de edificios se transforman en iconos funcionales cuando responden a una necesidad particular, definen un espacio urbano, adoptan un cambio y se convierten en parte de la cultura de las personas. De esta forma un emplazamiento ordinario llega a ser un destino extraordinario.
En un intento de competir entre sí, las ciudades encargan a los arquitectos la construcción de su marca. Paradójicamente, compiten por la diferencia, pero de alguna forma se inclinan por la homogeneidad en la medida en que estos edificios se encargan a los mismos starchitects.
La marca de una ciudad es mayor que la suma de sus partes. Aunque la arquitectura icónica desempeña un papel vital como teatro visual en una escala macro, la marca de la ciudad reside en la propia comunidad. Es en los pequeños detalles intrincados de la conexión social y la funcionalidad donde debe enraizarse la arquitectura. Juntos, arquitectura y comunidad, construyen la marca de la ciudad. Creemos que los edificios que inspiran a las generaciones futuras marcan el camino del éxito.