Posiblemente el primer concepto de límite en la ciudad histórica lo definía su propia muralla, esa que sistemáticamente era rebasada y reconstruida para manterer el sistema defensivo. Cuando el espacio tradicional se queda obsoleto, surge el urbanismo como disciplina, la ciudad se transforma, y con ella su límite. El aumento de la población y la industria cambió la escala de nuestras ciudades y el crecimiento se manifestó en una organización nueva.
El espacio en el que vivimos, en el que se desarrollan nuestras actividades sociales, crece y se fragmenta mientras nuevas infraestructuras conectan sus partes. La ciudad muta para pasar a ser un sistema de barrios independientes pero interconectados. Cada una de estas zonas tiene una jerarquía y una identidad propia que deriva de razones topográficas o sociales, es un sistema de partes que forman un todo.
El tamaño de cada una de estas partes y su constitución como una unidad es fundamental para definir el límite de la ciudad. Cuando esta crece es como si se superase la medida justa que permite la interacción de sus habitantes y la división se convierte en la manera ideal de comprender las relaciones sociales y el territorio. Los sistemas de conexión que unen las partes de este tejido polifuncional hacen que la ciudad se conciba como una abstracción fragmentada. Las ciudades pasan a ser un territorio inabarcable formado por fragmentos conocidos. El transporte urbano da una muestra de ello, siguiendo un diagrama de la red podemos desplazarnos rápidamente en metro entre puntos de la ciudad y desarrollar actividades sin tener conocimiento del espacio recorrido, sin tener relación con el territorio.
El límite de la ciudad contemporánea es por tanto abstracto y no físico, no está relacionado con el lugar donde termina. La periferia no es más que un espacio fluctuante, un tejido disperso donde los usos se mezclan y donde se especula con el límite físico de la ciudad. La metrópoli sin embargo son sus habitantes y su relación con el lugar y en este sentido las interaciones se extienden en el espacio y se acortan en el tiempo. Más allá de la mobilidad urbana, las telecomunicaciones se han convertido en puntos de reunión invisibles que sustituyen a los espacios que la ciudad proporcionaba para el comercio, el encuentro. Muchas de las relaciones sociales propias de la ciudad han dejado de tener transcendencia espacial. La ciudad contemporánea ha superado su límite.