No hay mejor ejemplo de armonía entre naturaleza y arquitectura que la famosa Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright: los volúmenes horizontales en voladizo combinados con el flujo continuo de un torrente natural de agua.
Conocido como el padre de la arquitectura orgánica, el arquitecto estadounidense del siglo XX realizó con este proyecto un diseño arquitectónico ejemplar y desafiante alrededor de la cascada. Desde entonces, esta vivienda se ha convertido en uno de los clásicos arquitectónicos de todos los tiempos.
El concepto de arquitectura orgánica de lugar a malentendidos, ya que a menudo se utiliza erróneamente el término para referirse a una la arquitectura que hace uso de materiales orgánicos o bien para diseños de edificios con formas curvas que imitan elementos de la naturaleza. Siete décadas después de su diseño revolucionario, Frank Lloyd Wright afirmó que la arquitectura orgánica no debe entenderse como un estilo en sí, de hecho, aseguró que no le preocupaban los estilos arquitectónicos. Mientras que su mentor Louis Sullivan defendió que la forma sigue a la función, Frank Lloyd Wright acuñó el dogma de que «forma y función son todo».
La arquitectura orgánica, por lo tanto, debe entenderse com una relación unificada y simbiótica entre la naturaleza y la arquitectura. En su perspectiva, el medio ambiente o la forma de construcción no deben tratarse como entidades independientes que dominan una a la otra. En cambio, los motivos de la arquitectura deberían integrarse en una relación abstracta y completa con el entorno. La naturaleza crece con la arquitectura, al igual que la arquitectura se funde en coherencia con la naturaleza. Desde entonces, el modernismo en la arquitectura orgánica ha llevado a nuevos logros a través de las tecnologías de construcción más avanzadas.
La arquitectura contemporánea no debería estar sujeta a ningún dogma o estilo, pero creemos en la integración de arquitectura y naturaleza, en el sentido más orgánico del término.